La comunidad de la bici, para ser feliz
- César Alejandro Buriticá
- 23 nov 2017
- 2 Min. de lectura
El arte y la acción de montar en bicicleta, sobre todo en Medellín, parece haber emergido por cuenta de una moda, de una conciencia ambiental diferente o, simplemente, porque hay gente que quiere ser feliz sobre dos ruedas.
No importa si la bicicleta es para conquistar las montañas, si es para devorar kilómetros en las rutas pavimentadas o si es para tener un acto de rebeldía y moverse en la ciudad a pesar de la vulnerabilidad y riesgo constante, lo que en esencia marca esta especie de revolución benigna es la comunidad que se ha se forjado en torno a la bicicleta.
Comunidades en red se fortalecen. Ni qué hablar de los grupos de montaña (MTB) que emprenden sus aventuras, los competitivos guerreros de la ruta o los colegas de bicis de ciudad. Cada uno, a su estilo y manera, han aportado a una conciencia crítica del aporte saludable, emotivo y ambientalmente amigable de montar en bicicleta.
Es en estas comunidades donde se forjan proyectos sostenibles, donde se ejerce una presión argumentada a los gobernantes, donde se emprenden nuevas pequeñas empresas que generan empleos en torno al simple acto de montarse en una bicicleta. Estas redes que andan por ahí, a veces ni siquiera cuantificadas, con un trabajo discreto pero incluyente, son iniciativas que van creando cultura, tradición y recargando de buena energía y fraternidad a seres humanos ciclistas.
Por eso, rescatar historias, hechos, asuntos técnicos y hasta narraciones heroicas y poéticas, hacen parte de la vida del ciclismo: acción y efecto de ser feliz, cada uno a su manera, sobre una amiga de dos ruedas mientras se contemplan los paisajes, se comen kilómetros o se mueve en la ciudad.
Este espacio en sí un homenaje a la bicicleta, vista desde múltiples perspectivas, redacciones y experiencias.

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